El Señor Jesús es nuestro Pastor
Muchas personas están familiarizadas con las palabras preciosas del Salmo 23 en el Antiguo Testamento acerca del Señor como nuestro Pastor. Pero ¿sabía usted que el Nuevo Testamento también nos muestra cómo Jesús es nuestro Pastor hoy?
Hoy leeremos algunos versículos y notas del Nuevo Testamento Versión Recobro que revelan diferentes aspectos de lo que Jesús como nuestro Pastor hizo en el pasado para cuidar de nosotros y cómo continúa pastoreándonos hoy.
1. Lucas 15: el Pastor buscó pecadores en el mundo
Lucas 15 nos dice que los recaudadores de impuestos y pecadores venían a Jesús. Al ver esto, algunos fariseos y escribas, justos en su propia opinión, lo criticaron. En el versículo 2, murmuraban entre ellos, diciendo: “Éste a los pecadores acoge, y con ellos come”.
Jesús les respondió con tres parábolas que revelan el corazón de Dios hacia los pecadores. Nos centraremos en la primera parábola en los versículos 3-7:
“Entonces Él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”.
La parábola que Jesús relató no se trataba de un juez que salía a cazar a los malhechores para castigarlos. En cambio, Él habló de un pastor que fue tras su oveja perdida para llevarla a casa. Esto nos muestra que Jesús es nuestro Pastor que nos buscó a nosotros los pecadores perdidos y nos trajo de vuelta a Sí mismo.
¿Cómo fue el divino y eterno Hijo de Dios tras nosotros para encontrarnos? ¿Y dónde estábamos? Como ilustra Su parábola, estábamos perdidos en el desierto, un lugar árido y abandonado.
La nota 1 sobre Lucas 15:4 en la Versión Recobro explica lo que representa ese desierto:
“Representa el mundo; esto indica que el Hijo vino al mundo para estar con los hombres (Jn. 1:14)”.
Para ir tras nosotros, Jesús tuvo que venir a este mundo desolado al llegar a ser un hombre de carne y sangre. ¡Qué paso tan tremendo dio nuestro Pastor para traernos a casa!
Esta parábola en Lucas 15 nos muestra el amor de Dios para con nosotros. Éramos pecadores, perdidos en el desierto de este mundo, lejos de Dios e incapaces de volver a Él. Pero el Hijo de Dios llegó a ser un hombre para ir tras nosotros, encontrarnos y traernos de vuelta a Dios.
Sí, Jesús acoge y come con pecadores. ¡Y se regocija de tenernos, quienes una vez estuvimos perdidos, de vuelta a casa con Él!
2. Juan 10: el buen Pastor dio su vida por las ovejas
En Juan 10:11, Jesús dijo:
“Yo soy el buen Pastor; el buen Pastor pone Su vida por las ovejas”.
Primero, nuestro Pastor, Jesús, se hizo hombre para encontrarnos a nosotros los pecadores perdidos en el desierto del mundo. Además, Él dio Su vida por nosotros al morir en la cruz. Así es como Él nos trae de vuelta a Sí mismo.
La nota 1 sobre vida en la Versión Recobro nos muestra el resultado de que Jesús diera Su vida por nosotros:
“Gr. psujé, alma; esto es, vida del alma, y así también en los siguientes versículos. Como hombre, el Señor tiene la vida psujé, la vida humana, y como Dios Él tiene la vida zoé, la vida divina. Él puso Su alma, Su vida psujé, Su vida humana, para efectuar la redención por Sus ovejas (vs. 15, 17-18) a fin de que participaran de Su vida zoé, Su vida divina (v. 10b), la vida eterna (v. 28), por la cual pueden formar un solo rebaño, bajo un solo Pastor, Él mismo. Como el buen Pastor, Él alimenta a Sus ovejas con la vida divina de esta manera y con este propósito”.
El buen Pastor dio su vida por nosotros para redimirnos. Sin esta redención, nunca podríamos volver a Dios. Pero debido a que Él murió por nosotros, no sólo podemos ser redimidos, sino incluso recibir zoé, la vida divina de Dios.
No sólo eso, todas las ovejas que son redimidas y comparten la vida del Señor son formadas en Su único rebaño.
En Juan 10:16, Jesús dijo: “Habrá un solo rebaño, y un solo Pastor”.
La nota 2 sobre un solo rebaño en este versículo explica:
“Un solo rebaño significa una sola iglesia, el Cuerpo de Cristo (Ef. 2:14-16; 3:6), producido por la vida eterna y divina del Señor, la cual Él impartió en Sus miembros a través de Su muerte (vs. 10-18)”.
Jesús ciertamente nos ama a cada uno de nosotros y nos conoce personalmente por nombre. Pero Él no quiere que seamos ovejas individuales y separadas. Al dar Su vida por nosotros, Él nos redimió e impartió Su vida en nosotros. Su vida en nosotros nos hace Su único rebaño: la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Este solo rebaño es el resultado de que el buen Pastor dé Su vida por las ovejas.
Qué maravilloso que ya no seamos ovejas perdidas, vagando solas por el desierto. ¡Ahora somos ovejas redimidas y parte del único rebaño bajo el cuidado de nuestro buen Pastor!
Hebreos 13:20: el gran Pastor resucitó de entre los muertos
Hebreos 13:20 dice:
“Ahora bien, el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, en virtud de la sangre del pacto eterno”.
Hemos visto cómo nuestro Pastor vino al mundo al llegar a ser un hombre y dio Su vida por nosotros. Pero por supuesto, ese no fue el final. ¡Jesús resucitó de entre los muertos!
El Jesús resucitado es hoy el gran Pastor. Pero esto no es sólo un hecho objetivo; es algo que podemos experimentar subjetiva y personalmente todo el tiempo.
Debemos ver lo que sucedió en la resurrección de Cristo para que esto fuera posible, así que vayamos a 1 Corintios 15, un capítulo sobre la resurrección. Pablo escribió esta palabra profunda en el versículo 45:
“Así también está escrito: ‘Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente’; el postrer Adán [Cristo], Espíritu vivificante”.
Este versículo nos dice que en resurrección, Cristo, el postrer Adán, fue hecho el Espíritu vivificante.
Leamos parte de la nota 1 sobre este versículo para ver lo que eso significa para nosotros:
“Primero, en la encarnación, Él [Cristo] llegó a ser carne para efectuar la redención (Jn. 1:14, 29); luego, en resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante para impartirnos vida (Jn. 10:10b). […] Ahora Él es el Espíritu vivificante en resurrección, tiene un cuerpo espiritual y está listo para ser recibido por Sus creyentes. Cuando creemos en Cristo, Él entra en nuestro espíritu y somos unidos a Él, quien es el Espíritu vivificante. Por tanto, llegamos a ser un espíritu con Él (6:17)”.
El Hijo de Dios vino como hombre de carne y sangre para poder morir por nosotros para redimirnos. Pero Él no se detuvo ahí. Él quería impartirse a Sí mismo como vida en nosotros. Como hombre en la carne, Jesucristo nunca podría entrar o vivir en nosotros. Pero en resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante; cuando creímos en Él, Él como Espíritu vino a nosotros para vivir en nuestra parte más profunda, nuestro espíritu.
Hoy el Jesús resucitado, el gran Pastor, está viviendo en nuestro espíritu como Espíritu vivificante, pastoreándonos desde nuestro interior.
Veamos ahora algunos de los detalles de cómo Él nos pastorea interiormente.
4. 1 Pedro 2:25: el Pastor cuida de nuestras almas
Ahora leamos 1 Pedro 2:25:
“Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras almas”.
El Señor que vive dentro de nosotros como Espíritu vivificante es el Pastor de nuestra alma. Este versículo expresa un sentimiento verdaderamente tierno hacia todas Sus ovejas.
La nota 2 de este versículo explica:
“Nuestra alma es nuestro ser interior, nuestra verdadera persona. Nuestro Señor, como Pastor y Guardián de nuestras almas, nos pastorea al cuidar del bienestar de nuestro ser interior y al velar por la condición de nuestra verdadera persona”.
El Señor definitivamente se preocupa por los asuntos externos de nuestra vida, como nuestra comida, vestimenta y vivienda. Pero Él también sabe que nuestra alma, nuestro ser interior, necesita mucho cuidado todo el tiempo. Es por esto que Él es el Pastor y Guardián de nuestras almas.
Especialmente cuando estamos en situaciones dolorosas o difíciles, es fácil que nuestra alma esté afligida. A veces podríamos sentir que hemos sido puestos patas arriba; no sabemos qué pensar ni cuál dirección tomar. Pero el Señor calma las tormentas turbulentas en nuestra alma y dirige nuestros pensamientos, consuela nuestras emociones y guía nuestras intenciones en el camino correcto.
Debido a que el Señor supervisa continuamente nuestras almas, Él sabe cuándo estamos ansiosos o adoloridos. También sabe cómo consolarnos y animarnos cuando estamos en lo más profundo del sufrimiento y la angustia.
Isaías 53:3 dice que el Señor Jesús “fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción”. Independientemente de lo que estemos pasando, Él es más que capaz de simpatizar con nosotros y cuidar de nuestras almas.
Así que no importa lo que estemos enfrentando, podemos recurrir a nuestro Pastor, Jesús, quien vive en nosotros. Podemos derramar nuestros corazones a Él y dejar que Él cuide de nosotros, nos guíe y nos dé Su paz.
5. Apocalipsis 7:17: el Cordero pastorea y nos guía
Apocalipsis 7:17 dice:
“Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a manantiales de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”.
Jesús es el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo. Ahora el Cordero nos pastorea y nos guía a manantiales de aguas de vida. Esta agua viva es sólo el Señor mismo.
Vemos esto en Juan 7:37, donde Jesús alzó la voz, diciendo:
“Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba”.
El Señor no quiere que estemos espiritualmente secos, insatisfechos o sedientos; Él quiere que lo bebamos como el agua de vida, que sacia nuestra sed. Una forma sencilla en que podemos beberlo es invocar Su querido nombre. Al invocar “Señor Jesús”, bebemos de los manantiales de aguas de vida. Nuestra sed interior está saciada y somos avivados.
En Apocalipsis 7:17, también tenemos la promesa preciosa de que Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos. ¡Qué íntimo, reconfortante y dulce es esto!
Cuando estamos llenos de penas, podemos derramar nuestras lágrimas ante Dios para que Él pueda enjugarlas. Entonces el Cordero nos guía a Sí mismo como los manantiales de aguas de vida para que bebamos profundamente. ¡Qué Pastor tenemos!
Podemos ser consolados al saber que el Señor Jesús hoy es nuestro querido Pastor. Él mostró Su gran amor para con nosotros al llegar a ser un hombre y morir en la cruz para redimirnos a nosotros los perdidos. Y nuestro Gran Pastor en resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante que ahora vive en nuestro espíritu. Él supervisa continuamente nuestras almas y pastorea nuestro ser interior de una manera detallada e íntima. Y en nuestras penas, el Señor nos conduce tiernamente a Sí mismo como manantiales de aguas de vida para que nuestra sed interior pueda ser saciada. ¡Qué maravilloso es esto!
Por supuesto, el pastoreo maravilloso del Señor hacia nosotros no carece de objetivo. Él quiere que crezcamos en Su vida y seamos llenos de Él. Así que, como nuestro Pastor, Él cuida de nosotros y dispone las mejores circunstancias para que este crecimiento se lleve a cabo. Así llegaremos a ser Su expresión y cumpliremos el plan de Dios para la humanidad.
Esperamos que leer estos versículos y notas haya aumentado su aprecio por el Señor como nuestro Pastor. Si vive en España, le animamos a que pida una copia gratuita del Nuevo Testamento Versión Recobro aquí para que pueda leer todas las notas que acompañan los versículos que mencionamos.