¿Qué significa invocar el nombre del Señor?

 

En esta entrada hablaremos sobre una práctica que el pueblo de Dios ha realizado a través de toda la Biblia: la práctica de invocar el nombre del Señor. Veamos qué significa invocar el nombre del Señor y de qué manera somos beneficiados por esta práctica.


Invocar el nombre del Señor significa hacerlo audiblemente

Todos los cristianos han orado a Dios en algún momento. Dios escucha estas oraciones sin importar si se hacen en silencio, en voz baja o en voz alta. Sin embargo, la práctica de invocar, la cual es una forma de oración, es definitivamente audible. En la Biblia, la palabra hebrea para invocar significa invocar, clamar, y la palabra griega significa invocar a una persona, llamarla por nombre.

Por ejemplo, cuando un niño pequeño se cae de un columpio, inmediatamente grita: “¡Mami!” Su madre lo escucha y corre hacia él, le limpia sus lágrimas y lo tranquiliza. Los niños claman a sus madres cuando tienen hambre, están cansados o tienen miedo. Ellos lloran porque están indefensos y necesitan el cuidado.

De igual manera, al clamar Señor, estamos diciendo que tenemos hambre de Él, que le necesitamos y que no podemos seguir adelante sin Él.


Cómo comenzó la práctica de invocar al Señor

¿Cuándo comenzaron las personas a invocar en voz alta el nombre del Señor?

Es posible que le sorprenda saber que Génesis 4:26 nos dice que la práctica de invocar el nombre del Señor comenzó hace mucho tiempo, con la tercera generación de la humanidad, cuando el nieto de Adán, Enós, nació:

“Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. En aquel tiempo los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová”.

Pero ¿por qué los hombres comenzaron a hacer esto?

El significado del nombre de Enós nos da una pista. Enós significa hombre mortal y frágil. Debido a la caída del hombre, éste se encontraba en una condición frágil y carente de Dios, quien era el significado de su existencia. Desde el tiempo de Enós, el hombre se dio cuenta tanto de su vacío como de la vanidad de una vida apartada de Dios, al igual que de su fragilidad y mortalidad.

Así que, comenzaron a invocar el nombre de Jehová, la palabra hebrea para Señor. El nombre de Jehová significa Yo soy el que soy. Él es el Dios eterno, el Único que es. Todo lo demás no es. Los seres humanos, mortales y frágiles, se dieron cuenta de que necesitaban al Dios eterno.

La condición humana en la actualidad es la misma que en los tiempos de Enós. Todavía somos frágiles y mortales, y a menudo la vida es confusa, llena de problemas, e incluso abrumadora. Estamos limitados física y psicológicamente. Necesitamos al Dios eterno.

Veamos cuáles son los beneficios que recibimos cuando invocamos el nombre del Señor.


Somos salvos

En el Nuevo Testamento, el nombre del Señor es Jesús. Romanos 10:9 dice: “Que si confiesas con tu boca a Jesús como Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”.

Cuando creemos e invocamos el nombre del Señor Jesús, confesándolo con nuestra boca, somos salvos eternamente del juicio de Dios; somos perdonados, justificados en Cristo y nacemos de nuevo de la vida divina de Dios.

No obstante, la primera vez que invocamos el nombre de Jesús para recibir la salvación que Dios nos da es tan sólo el principio. Después de nuestra salvación inicial, al invocar el nombre de Jesús podemos continuar disfrutando nuestra salvación completa en Cristo. Esto incluye nuestra salvación diaria de muchas cosas negativas tales como la ira, la depresión, la impaciencia, la tristeza, el desánimo y la ansiedad, entre otras cosas.

¿Cómo es que el invocar el nombre del Señor nos puede salvar de estas cosas? Cuando invocamos: “!Oh Señor Jesús!”, no estamos pronunciando palabras al azar, sin sentido. Eso sería semejante a gritar palabras que nos liberan del estrés, como algunos hacen durante el ejercicio físico. Gritar sonidos incomprensibles o incluso palabras de inspiración quizás nos ayude a liberar endorfinas y nos hagan sentir mejor temporalmente, pero esto no llega a la raíz de nuestros problemas.

Al invocar el nombre de nuestro querido Señor, contactamos al Señor que mora en nuestro espíritu como el Espíritu vivificante. Y cuando invocamos a Jesús, Él nos salva al impartir más de Su vida divina en nosotros.


Disfrutamos las riquezas de Cristo

Romanos 10:12 dice que el Señor de todos “es rico para con todos los que le invocan”. Cristo desea que disfrutemos Sus riquezas en nuestra vida diaria.

Cristo es rico para nosotros cuando le invocamos. Él es rico como nuestro consuelo, paz, amor, esperanza, paciencia, bondad, perseverancia, longanimidad, fuerza, fe, y otras virtudes—¡cuántas riquezas hay en Su nombre!


Una práctica para toda la vida

La práctica de invocar el nombre del Señor como se revela en la Biblia no tiene nada que ver con pronunciar el nombre del Señor como si de un ritual sin vida se tratara. Sino que es nuestro invocar en Aquel a quien amamos, al resucitado Señor Jesucristo.

Dondequiera que estemos y a cualquier hora, ya sea que invoquemos en voz alta o en voz baja, de igual manera como un niño llama a su madre y ella viene, de esa manera también nosotros recibimos a nuestro Señor viviente. El Señor Jesús siempre está disponible, ¡tan solo con que lo invoquemos una sola vez!

Invocar el nombre del Señor Jesús es como si sacáramos agua refrescante de un profundo pozo inagotable. Le recibimos como un suministro de vida fresco y que satisface. Nuestro espíritu humano anhela las riquezas puras que recibimos al invocar el precioso nombre del Señor.

John Newton, el autor del reconocido himno “Admirable gracia”, fue una persona que disfrutó las riquezas en el nombre de Jesús. En otro de sus himnos, él habló de su experiencia:

“¡Cuán dulce el nombre de Jesús
Al fiel en su dolor!
Es bálsamo en su virtud,
Que calma su temor”.


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