¿Qué es la consagración?


 
Cuando fuimos salvos, nacimos de nuevo con la vida de Dios. ¡Qué experiencia tan maravillosa y gozosa! Pero la regeneración es sólo el comienzo de nuestro recorrido espiritual.

Después de ser regenerados, el siguiente paso es consagrarnos o entregarnos al Señor. En esta entrada veremos el significado de la consagración y por qué es un paso crucial en nuestro recorrido con el Señor, el cual dura toda la vida.


¿Qué es la consagración?

En la religión, la palabra consagración se utiliza comúnmente en referencia a la ordenación oficial de una persona para ser un pastor, sacerdote o misionero. Este uso implica que la consagración es algo que está reservado para una categoría especial de personas. Pero el Nuevo Testamento revela que es algo que todo creyente en Cristo puede, y debería, experimentar.

La consagración tampoco es algo sólo para cristianos conocedores o espiritualmente maduros. Más bien, todos necesitamos consagrarnos al Señor para profundizar nuestro conocimiento personal de Cristo y crecer en la vida divina, incluso si acabamos de ser salvos. Esto se debe a que toda experiencia espiritual se basa en la consagración.

Entonces, ¿qué es la consagración? La consagración es entregarnos al Señor para ser “un sacrificio vivo” como dice Pablo en Romanos 12:1:

“Así que, hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional”.

En el Antiguo Testamento, los sacrificios eran apartados para Dios al ser puestos en el altar. Al ofrecer algo a Dios, uno renunciaba a la posesión de ese objeto. En cambio, le pertenecía a Dios para Su uso y Su satisfacción.

Hoy día cuando nos consagramos al Señor, llegamos a ser un sacrificio vivo. Esto significa que nos ponemos completamente en Sus manos. Antes de consagrarnos, nuestra vida estaba dedicada a la búsqueda de nuestras propias metas y satisfacción; ahora es para Él.

Cuando nos presentamos al Señor como sacrificio vivo, sencillamente le estamos diciendo: “Señor Jesús, mi vida es para Ti. Ya no me pertenezco a mí mismo, al mundo o a cualquier otra cosa. Estoy aquí para Ti y para Tu satisfacción”.


Cuatro razones por las cuales debemos consagrarnos al Señor

1. Para andar en el camino del Señor

Antes de ser salvos, tomábamos nuestro propio camino, tomábamos nuestras propias decisiones y escogíamos la dirección para nuestra vida. Después de ser salvos, Dios quiere que andemos en Su camino y seamos guiados por Él. Pero si no nos entregamos a Él, ¿cómo podemos saber cuál es Su camino? ¿Cómo puede guiarnos? Consagrarnos a Él nos guarda en Su camino y nos salva de tomar nuestra propio camino. Podemos orar: “Señor, no quiero tomar mis propias decisiones o tomar mi propio camino. Quiero ser guardado en Tu camino. Así que Señor Jesús, me entrego a Ti”.

2. Para crecer en vida

Cuando Cristo entra en nosotros somos regenerados con Su vida divina. Su intención es que esa vida divina en nosotros crezca. Pero cualquier tipo de vida necesita el ambiente apropiado para crecer. Rendir cada parte de nosotros y cada aspecto de nuestras vidas a Él crea el mejor ambiente para que la vida divina crezca en nosotros.

Nuestra experiencia de Cristo es afectada significativamente por si nos entregamos al Señor o no. Sin consagrarnos a Él, es difícil saber si algo está de acuerdo con la voluntad de Dios y si le agradará.

Pero cuando nos rendimos al Señor, espontáneamente sentimos lo que le agrada a Él y lo que no le agrada. Esta sensación es el resultado de la vida divina de Dios obrando en nosotros y es activada por nuestra consagración. Mientras seguimos a Dios al obedecer este sentir, crecemos en la vida divina de manera real y práctica.

3. Para permitirle a Dios obrar en nosotros

Antes que podamos obrar para Dios, Dios primero necesita obrar en nosotros. Aunque somos salvos, Él todavía tiene que conformar nuestros pensamientos, sentimientos, decisiones y disposición, todo nuestro ser, a la imagen de Su Hijo, como dice Romanos 8:29.

Dios es omnipotente, pero en Su relación con nosotros, Él no es un dictador. Él respeta nuestro libre albedrío y no impone Su obra en nosotros; más bien, Él necesita nuestro consentimiento a fin de obrar libremente en nosotros. Nuestra consagración es nuestro consentimiento.

Dios es paciente y Él esperará hasta que le demos permiso de obrar en nosotros a fin de cumplir Su propósito. En vez de resistirnos a Él, podemos orar: “Señor, te doy permiso para que obres en mí. Me ofrezco a Ti voluntariamente. Señor, te abro la puerta de mi corazón. Entra a cada habitación de mi corazón y confórmame a Tu imagen en todos los sentidos”.

4. Para disfrutar las riquezas de la salvación de Dios

La salvación de Dios está llena de riquezas. Efesios 1:3 nos dice que Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual en Cristo. Estas bendiciones incluyen la vida divina, la humanidad y el vivir perfectos de Cristo, Su muerte eficaz, Su resurrección poderosa, Su victoria sobre Satanás, Su ascensión sobre todas las cosas y mucho más. Pero sin consagrarnos a Él, no tenemos manera de entrar en el disfrute de estas bendiciones. Las poseemos, pero para que las disfrutemos en nuestra experiencia, debemos consagrarnos a Dios.

En este sentido, la consagración es como una puerta. Para entrar a un edificio, debemos entrar por la puerta. Si no lo hacemos, no importa cuántas cosas maravillosas nos esperen al otro lado, no las podemos disfrutar o participar de ellas. La consagración es la puerta por la cual entramos para disfrutar todas las riquezas de la salvación de Dios. Cuando nos entregamos al Señor, Él nos guiará en nuestra experiencia hasta entrar en el disfrute de las ricas bendiciones de la salvación completa que Dios efectúa.

Podemos orar: “Señor, no solamente quiero saber acerca de las riquezas de Tu salvación; quiero disfrutarlas. Señor, aquí estoy. Me entrego completamente a Ti. Te pertenezco. Guíame por Tu Espíritu a la experiencia y disfrute de todo lo que Tú tienes para mí en Tu salvación”.


Tome el siguiente paso

Nuestra salvación es el paso inicial de nuestro recorrido espiritual. El siguiente paso es consagrarnos al Señor. Cuando hagamos esto, seremos guardados en el camino de Dios, creceremos en Su vida, le permitiremos obrar en nosotros y disfrutaremos las riquezas de la salvación completa que Él efectúa.

Ya sea que hayamos sido salvos hace poco o que seamos creyentes hace mucho tiempo, cada uno de nosotros puede entregarse al Señor. Podemos presentarnos al Señor ahora mismo. ¡Él está feliz y dispuesto a recibir nuestra consagración en cualquier momento!
 
 


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