La oración: nuestra respiración espiritual


 
La oración es una parte fundamental de nuestra vida cristiana. Así es cómo contactamos a Dios, conversamos con Él y disfrutamos de la comunión con Él. Pero ¿alguna vez ha considerado que la oración es nuestra respiración espiritual?

Hoy veremos algunos versículos claves de la Biblia para ver lo que esto significa y cómo podemos practicar este tipo de oración en nuestra vida diaria.


La respiración física

La respiración física implica tanto la inhalación como la exhalación. Cuando inhalamos, recibimos oxígeno, que es vital para cada parte de nuestro cuerpo. Y cuando exhalamos, expelemos dióxido de carbono, un gas residual que necesita ser expulsado de nuestro sistema.

Todos sabemos que la respiración es indispensable para sustentar nuestra vida física. Podemos sobrevivir durante un período de tiempo sin comer ni beber. Pero si dejamos de respirar por sólo unos minutos, moriremos.

Lo mismo es cierto espiritualmente. Fuimos salvos eternamente cuando creímos en Cristo, y recibimos la vida divina cuando nacimos de nuevo. Pero ahora necesitamos continuar respirando espiritualmente para mantener nuestra vida espiritual.


¿Qué es la respiración espiritual?

La inhalación regular de oxígeno es un requisito absoluto para nuestros cuerpos. ¿Cuál es entonces el “oxígeno” que los creyentes debemos respirar espiritualmente?

Veamos 1 Corintios 15:45 para averiguarlo:

“Así también está escrito: ‘Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente’; el postrer Adán [Cristo], Espíritu vivificante”.

La palabra griega traducida Espíritu en este versículo es pneuma. Esta palabra también se traduce aliento. El Señor Jesús es el postrer Adán que fue crucificado por nuestros pecados. Ahora, en resurrección, Él es el Espíritu, o aliento, vivificante. El Espíritu vivificante es el “oxígeno” que debemos respirar para vivir.

Esta sección de la nota 1 sobre este versículo en la Versión Recobro explica lo que sucedió en la encarnación y resurrección de Cristo para que Él llegará a ser el Espíritu:

“Por medio de la encarnación Él [Cristo] tenía un cuerpo anímico, así como lo tenía Adán; por medio de la resurrección Él tiene un cuerpo espiritual. Su cuerpo anímico ha llegado a ser un cuerpo espiritual por medio de la resurrección. Ahora Él es el Espíritu vivificante en resurrección, tiene un cuerpo espiritual y está listo para ser recibido por Sus creyentes. Cuando creemos en Cristo, Él entra en nuestro espíritu y somos unidos a Él, quien es el Espíritu vivificante. Por tanto, llegamos a ser un espíritu con Él (6:17)”.

Cristo en resurrección es ahora el Espíritu vivificante con un cuerpo espiritual. Así es como pudimos recibirlo cuando creímos en Él. Como Espíritu, Él entró en nuestro espíritu.

Ahora, debido a que Él está en nosotros, Él está tan disponible para nosotros. En cualquier momento y en cualquier lugar, podemos respirar el Espíritu vivificante que mora en nosotros y recibir más de Su vida.

Entonces, ¿cómo inhalamos este Espíritu vivificante?


Tenemos que usar nuestro espíritu

Así como tenemos que usar nuestros pulmones para inhalar oxígeno, tenemos que usar nuestro espíritu humano para inhalar el Espíritu. Nuestro espíritu es la parte de nuestro ser creada por Dios que tiene la capacidad de contactar y recibirlo a Él. Así que ejercitar nuestro espíritu es necesario para que podamos respirar espiritualmente.

Y la mejor manera de ejercitar nuestro espíritu es a través de la oración. La oración no es una actividad formal o ritualista; es la manera en que contactamos al Espíritu para respirarlo. Así que cuando oramos, sólo tenemos que ser sencillos, genuinos y abiertos al Señor.


Respirar en cualquier momento y en cualquier lugar

Podemos respirar al Señor haciendo oraciones sencillas y cortas.

Una de las mejores y más sencillas maneras de orar es invocar el nombre del Señor.

De hecho, en Lamentaciones 3:55-56, el profeta Jeremías igualó invocar al Señor con respirar. Él dijo:

Invoqué Tu nombre, oh Jehová, desde la fosa más profunda. Has oído mi voz; no escondas Tu oído a mi respiro, a mi clamor”.

Jeremías escribió estos versículos cuando estaba sufriendo y muy desanimado. Pero incluso en medio de su desaliento, invocó el nombre de Jehová.

A veces también podemos sentir que estamos en una fosa profunda; nuestros corazones están pesados y no sabemos cómo orar. Pero simplemente podemos invocar: “Oh, Señor Jesús”. Al hacer esto, exhalamos nuestro desaliento y tristeza, e inhalamos la esperanza y el aliento del Señor.

En otras ocasiones, podemos sentirnos débiles, incluso sin vida. En esos momentos, nuestra necesidad primordial es respirar el “aire fresco” del Espíritu vivificante. Si sólo invocamos el nombre del Señor Jesús, seremos reanimados y avivados.

Invocar el nombre del Señor es una manera disfrutable y práctica de inhalar el Espíritu. No importa en qué condición estemos, dónde estemos o qué estemos haciendo, podemos invocar: “¡Señor Jesús!” Podemos hacerlo en voz alta si estamos solos, o suavemente a nosotros mismos. Ésta es la mejor manera de seguir respirando en cualquier momento y en cualquier lugar.


La respiración es crucial

En nuestras vidas aceleradas y ocupadas, es fácil encontrarnos “sosteniendo la respiración”. No es de extrañar que el “dióxido de carbono” de las cosas negativas se acumule en nosotros, y seamos débiles y susceptibles al pecado. ¡Necesitamos tomar un respiro! Necesitamos exhalar y, al mismo tiempo, absorber el Espíritu para poder vivir la vida cristiana.

Dado que la oración es nuestra respiración espiritual, debemos edificar la práctica de respirar todo el día. Es maravilloso darnos cuenta de que podemos respirar a Dios momento a momento para ser refrescados, fortalecidos y llenos de Él.

Muchos buscadores de Dios a lo largo de los siglos han escrito acerca de sus experiencias de respirar a Dios por medio de la oración. Un himno de A.B. Simpson describe elocuentemente su propia experiencia. Las dos primeras estrofas y el coro dicen:

Sopla en mí Tu Espíritu hasta
Inhalarte en mí, Señor;
Desahogándome en Tu pecho
Del pecado y del yo.

Exhalando, exhalando
Culpas y pesar;
Inhalando, inhalando
De Tu gran caudal.

Exhalando yo mi vida,
Hoy la Tuya ganaré;
Inhalando Tu persona
Yo la mía perderé.

Esperamos que todos practiquemos respirar al Señor por medio de la oración todos los días. Y si usted vive en los Estados Unidos, puede pedir una copia gratuita del Nuevo Testamento Versión Recobro para leer la nota completa en 1 Corintios 15:45.


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