2 Timoteo 2:22: Huye de las pasiones y sigue a Cristo


 
En 2 Timoteo 2:22 el apóstol Pablo dio este firme mandato:

“Huye de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor”.

Esta palabra se necesita con tanta urgencia hoy como cuando se escribió hace casi dos mil años. A fin de tener una vida cristiana adecuada, necesitamos tomar esta palabra en serio.

En esta entrada, hablaremos de lo que significa este versículo y veremos cómo se aplica a nosotros con la ayuda de otros versículos y notas en el Nuevo Testamento Versión Recobro.


¿De dónde vienen las pasiones?

Sin excepción, todo el mundo está sujeto a los impulsos y deseos apasionados de las pasiones. Esto se debe a que toda la raza humana fue incluida en la caída de Adán, en la que él se apartó de Dios. Dios había creado al hombre con un cuerpo puro, pero debido a la caída, ese cuerpo se convirtió en la carne maligna, llena de pasiones pecaminosas. Nadie necesita ser enseñado o entrenado a tener pasiones; éstas surgen de la carne caída de cada ser humano.

Podemos observar fácilmente la inmoralidad cada vez más presente en todas las áreas de la sociedad. Éste es el resultado de que la gente satisfaga sus pasiones en todo tipo de formas.


Los creyentes y la carne

Incluso después de ser salvos, no somos inmunes al peligro de los deseos de nuestra carne.

Cuando fuimos salvos, nacimos del Espíritu de Dios en nuestro espíritu, la parte más profunda de nuestro ser. Pero aunque nuestro espíritu fue regenerado, nuestro cuerpo sigue siendo la carne pecaminosa. Así que nunca podremos estar libres del peligro que presenta la lujuria mientras vivamos en nuestros cuerpos terrenales.

Muchos versículos en el Nuevo Testamento demuestran que no importa cuán espirituales podamos ser los creyentes, todavía poseemos la carne pecaminosa.

Por ejemplo, Gálatas 5:16 dice:

 “Digo, pues: Andad por el Espíritu, y así jamás satisfaréis los deseos de la carne”.

Pablo escribió esto a creyentes en Galacia. Esto nos muestra que aún tenemos la carne caída con sus concupiscencias incluso después de ser salvos, lo que explica por qué pecamos.

Y Timoteo ya era salvo cuando Pablo le amonestó huir de las pasiones juveniles. Así que podemos ver que las pasiones aún son un problema para los creyentes, y no podemos darnos el lujo de pasar por alto o ignorar esta palabra.


El mundo y las pasiones

Las pasiones pecaminosas dentro de nosotros son incitadas por el mundo. El mundo es un sistema ideado por Satanás que tiene un solo objetivo: alejarnos de Dios y dañarnos.

Este malvado sistema mundial está definido claramente en 1 Juan 2:16:

“Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”.

En este versículo, la palabra griega que se traduce deseos es la misma palabra que se traduce pasiones en 2 Timoteo 2:22. Éste es el mundo: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida.

El mundo es cada vez más persistente con su corriente interminable de cosas pecaminosas e inmundas que podemos ver y en las que podemos participar. Y la tecnología moderna hace que sea fácil satisfacer nuestro deseo con sólo un toque rápido en nuestro teléfono móvil o un clic en nuestro ordenador. Las atracciones diversas del mundo diseñadas para despertar nuestros deseos pecaminosos nos tientan todo el día. Quizás más que nunca antes en la historia humana, tenemos que reconocer el peligro del deseo de la carne y el deseo de los ojos.


Las consecuencias de entregarse a las pasiones

En 1 Tesalonicenses 4:3-5, Pablo les escribió a los nuevos creyentes en Tesalónica:

“Pues ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación, que os abstengáis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa poseer su propio vaso en santificación y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios”.

Dios nos creó como vasos para contenerlo y expresarlo. Para esto, Él quiere que seamos santificados para vivir una vida santa. Pero Satanás quiere dañarnos —espiritualmente, mentalmente, emocionalmente, físicamente— a través de nuestra entrega a los deseos de nuestra carne.

Ahora leamos la nota 2 en el versículo 3 sobre fornicación:

“En los tiempos de Pablo, tanto en Corinto como en Tesalónica la sensualidad y la inmoralidad abundaban en las religiones paganas e incluso eran promovidas por la adoración pagana. El hombre fue creado para expresar a Dios (Gn. 1:26). En relación con este propósito, nada arruina más al hombre que la fornicación. Ésta impide que el hombre sea santo, que sea separado para Dios y contamina al hombre a lo máximo, impidiendo que cumpla el propósito santo de Dios. Por lo tanto, el apóstol exhortó enfáticamente a los gentiles recién convertidos, a ser santificados para Dios, o sea, a abstenerse de fornicación, el pecado más grave a los ojos de Dios, a fin de que evitaran ser dañados y contaminados”.

Esta nota también describe la vida en el siglo  : la sensualidad y la inmoralidad abundan. Pero en medio de este ambiente, Dios quiere que seamos santificados, que vivamos una vida de santidad. Por eso debemos abstenernos de la fornicación.

Sin importar cuánto amemos al Señor Jesús, cuánto tiempo hayamos sido salvos o cuántas experiencias de Cristo hayamos tenido, los deseos siguen siendo un peligro constante para nosotros. Así que, ¿cómo podemos evitar el daño y la contaminación que provienen al entregarnos a los deseos?


Huir de las pasiones juveniles

Leamos 2 Timoteo 2:22 otra vez:

“Huye de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor”.

¡Pablo le dijo a Timoteo que huyera!

Huir significa escapar, o salir corriendo de un lugar o situación de peligro. Por ejemplo, si un incendio comienza cerca de usted, usted no se espera ahí ni se aleja lentamente. ¡Usted huye! Las pasiones juveniles son ciertamente como un fuego furioso del que debemos huir.

Note que Pablo no dijo que resistamos los deseos o que derrotemos los deseos con una fe fuerte. No, Pablo usó el verbo huir. Debemos tomar medidas decisivas. Así es como debemos encargarnos de los deseos.

En Romanos 13:14, Pablo nos da otra palabra clara y definida:

No proveáis para la carne a fin de satisfacer sus concupiscencias”.

La nota 2 sobre proveáis en la Versión Recobro explica lo que esto significa:

“O, hagáis planes. Esta palabra tiene la misma raíz que la palabra griega que se traduce pensar de antemano en 12:17. Pensar de antemano incluye el significado de proveer. No proveer para la carne significa no pensar de antemano para la carne ni proveer a la carne de algo que la apoye y le haga fácil satisfacer sus concupiscencias”.

Las palabras no proveáis son inequívocas; no permiten que haya una zona gris. No deberíamos proveerle a nuestra carne ninguna oportunidad o entorno que le haga fácil satisfacer sus concupiscencias. Esto es muy práctico.

Por ejemplo, no deberíamos ir deliberadamente a un lugar donde sabemos que las personas participan en actividades pecaminosas e inmorales. Estar en un lugar así provee la oportunidad para que nuestra carne satisfaga sus deseos; el pecado será el resultado.

Si de alguna manera no sabíamos que actividades pecaminosas ocurrirían en un lugar en particular en el que estamos, deberíamos irnos tan pronto como nos demos cuenta. No deberíamos quedarnos allí, confiados en que no nos veremos afectados y que no sucederá nada malo. Necesitamos quitarle cualquier oportunidad a nuestra carne.

No podemos ser indiferentes o pasivos ni estar seguros de nosotros mismos; debemos ser activos al huir de los deseos de la carne.


Seguir a Cristo de forma positiva

En 2 Timoteo 2:22, Pablo no sólo nos dijo “huye de las pasiones juveniles” sin ninguna idea de a dónde ir. Continuó diciendo: “sigue la justicia, la fe, el amor, y la paz”.

Seguir significa buscar, ir en busca de algo, o perseguir; es otra palabra definitiva y activa.

Por un lado, debemos huir de algo terrible: las pasiones juveniles. Por otro lado, debemos seguir algo maravilloso: la justicia, la fe, el amor y la paz. Por supuesto, esto no se refiere a nuestra propia justicia; Pablo se refiere a los atributos de Cristo mismo. Mientras huimos, también buscamos, vamos en busca de, seguimos y perseguimos a Cristo como todas estas virtudes para nuestro vivir.

La nota 2 en 2 Timoteo 2:22 en la Versión Recobro explica estas virtudes en nuestra experiencia:

La justicia la debemos aplicar a nosotros mismos, la fe para con Dios y el amor para con los demás; la paz es el resultado de estas tres virtudes”.

Así que cuando seguimos a Cristo, experimentamos a Cristo como nuestra justicia, fe y amor en nuestra relación con Dios y con los demás. Al experimentar a Cristo como todas estas virtudes, tenemos a Cristo como nuestra verdadera paz interior.

Huir de las pasiones y seguir a Cristo no deberían ser eventos ocasionales con nosotros; deberían ser nuestra experiencia diaria.


Cómo tener una vida que huye y sigue

¿Cómo podemos tener una vida diaria de huir de los deseos y seguir a Cristo? En la segunda mitad del versículo, Pablo dio una manera práctica de huir y seguir: “con los que de corazón puro invocan al Señor”.

Es imposible huir y seguir por nosotros mismos. No somos rivales para Satanás, su sistema mundial y nuestra carne caída. Pero note que Pablo instó a Timoteo a huir y seguir con los que invocan al Señor, es decir, con otros creyentes.

¿Por qué es esto tan importante? Todos somos influenciados por el tipo de personas con las que estamos. Si elegimos estar con personas que nos alejan de Dios, cederemos fácilmente a las pasiones. En vez de eso, deberíamos elegir estar con otros creyentes que huyen de los deseos dañinos de la carne y siguen la justicia, la fe, el amor y la paz.

Así que además de desarrollar nuestra relación personal con el Señor Jesús, necesitamos encontrar algunos compañeros espirituales con los que podamos orar, leer la Biblia y tener comunión.

Pablo también incluyó las palabras, “con los que de corazón puro invocan al Señor”.

Además de pasar tiempo con compañeros, invocar el nombre del Señor también nos fortalece para huir de los deseos y seguir a Cristo.


Vasos llenos de Cristo

Es un hecho ineludible que nosotros los creyentes todavía tenemos nuestra carne caída con sus deseos, y que las tentaciones crecientes y la inmoralidad desvergonzada están en todos lados. Pero también es un hecho que tenemos a Cristo viviendo en nosotros, y tenemos otros creyentes con los que podemos huir de los deseos y seguir a Cristo. Al seguir a Cristo, nuestros vasos pueden ser santificados y llenos de Él como nuestra justicia, fe, amor y paz.

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