Una manera sencilla de orar
¿Alguna vez ha sentido que no sabía cómo orar, o que no sabía las palabras correctas para hablar con Dios?
A lo largo de los años, se han escrito miles de libros sobre el tema de la oración. Este gran asunto tiene muchos aspectos. Pero en esta entrada, hablaremos sólo de un aspecto simple de la oración: hablar con Dios.
Veremos algunos casos en los Evangelios de Mateo y Lucas que pueden ayudar a aclarar este aspecto de la oración.
Pidieron ver
Al leer los cuatro Evangelios, notará que las personas que acudieron a Jesús en busca de ayuda le hablaron de una manera honesta y directa.
Por ejemplo, en Mateo 20:29-34 tenemos la historia del encuentro entre Jesús y dos ciegos:
“Al salir ellos de Jericó, le seguía una gran multitud. Y he aquí dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Y la multitud les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Entonces Jesús se detuvo, los llamó y dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos. Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron”.
Cuando los dos ciegos oyeron que Jesús estaba cerca, clamaron a Él para que tuviera misericordia de ellos. Si no hubieran clamado: “Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros”, ellos habrían permanecido en su ceguera. Pero ellos sí clamaron y Jesús los escuchó. Él les preguntó qué querían que hiciera por ellos. Los dos ciegos no usaron expresiones elegantes ni formales. Ellos hablaron directamente desde su corazón y le dijeron a Jesús lo que querían: que sus ojos fueran abiertos.
Pidió ser limpio
Ahora leamos Lucas 5:12-13, donde tenemos la historia de Jesús y un leproso:
“Sucedió que estando Él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, y viendo a Jesús, se postró sobre su rostro y le rogó diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Entonces, extendiendo Él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de aquél”.
La lepra es una enfermedad altamente contagiosa y desfigurante. Pero cuando este leproso vio a Jesús, le pidió claramente que lo limpiara, o sanara. Jesús no retrocedió ante él; en cambio, en Su simpatía y amor por este hombre, Él lo tocó y lo sanó.
Aprender a orar a partir de estos casos
Entonces, ¿qué podemos aprender de estos casos sobre cómo orar? Mientras estas personas conversaban con Jesús, ellos básicamente estaban orando a Él. Simplemente le hicieron saber lo que esperaban que Él hiciera por ellos.
Es fácil que compliquemos demasiado el asunto de la oración. Podríamos pensar que necesitamos orar de cierta manera, o que necesitamos repetir la combinación correcta de palabras para que el Señor nos escuche. Pero estos relatos en los Evangelios nos muestran que podemos hablar libremente con el Señor de manera genuina.
Cómo podemos conversar con Jesús hoy
Los ciegos y el leproso tuvieron el privilegio de conocer a Jesús y contarle sus peticiones en persona. Pero en aquel tiempo, cuando Jesús vivía en la tierra, ellos tenían que estar en el lugar correcto en el momento adecuado para poder hacerlo.
Para nosotros los creyentes hoy, Jesús ahora vive en nuestro espíritu, nuestra parte más profunda. Esto significa que Él siempre está con nosotros. No necesitamos estar en un lugar especial, ni reservar nuestra oración para un momento especial.
Debido a que Él siempre está con nosotros, ¡podemos hablar con Él en cualquier momento, en cualquier lugar, tan a menudo como deseemos! El Señor vive en nosotros y quiere participar en cada área de nuestra vida. Él ya sabe todo lo que necesitamos, pero quiere que hablemos con Él y le digamos lo que hay en nuestro corazón. Al hablar con el Señor a lo largo del día, obtenemos más que la respuesta a nuestras peticiones. Experimentamos una comunión dulce y continua con Él.
Algunos ejemplos de conversar con el Señor
Podemos hablar con el Señor de muchas maneras sobre todo tipo de cosas. A continuación se presentan sólo algunos ejemplos. Sin importar cuál sea nuestra situación o necesidad, sólo necesitamos abrir nuestros corazones al Señor y ser directos y genuinos con Él.
Al comenzar nuestro día, podemos orar algo así:
“Señor Jesús, buenos días. Gracias por otro día. Gracias por este nuevo día para que yo experimente y disfrute de que Tú vives en mí”.
Más tarde, quizás querramos orar al Señor por un miembro de la familia que no es salvo:
“Señor Jesús, mi padre todavía no es salvo. Realmente quiero que él te conozca. ¡Oh Señor, sálvalo!”.
A veces estamos cargados de muchas preocupaciones. Pero 1 Pedro 5:7 es una palabra alentadora:
“Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él se preocupa por vosotros”.
Así que podemos orar acerca de nuestras preocupaciones de esta manera:
“Oh Señor Jesús, te necesito. Hoy estoy muy ansioso. Necesito Tu ayuda. Señor, echo todas mis ansiedades sobre Ti. No puedo lidiar con todas estas cosas, pero Tú sí puedes. Gracias porque te preocupas por mí”.
En otras ocasiones, cuando nos damos cuenta de lo mucho que necesitamos crecer en el Señor, podemos simplemente orar: “Señor, crece más en mí hoy”.
Podemos orar por cualquier cosa. Podemos pedirle algo al Señor, darle gracias o decirle: “Señor Jesús, te amo”.
Si no sabemos por dónde empezar, podemos comenzar invocando el nombre del Señor Jesús. Invocar Su nombre es una forma de orar, y a menudo encontraremos las palabras para hablarle al Señor mientras lo invocamos.
A partir de estos ejemplos podemos ver que nuestras oraciones no necesitan ser complicadas o formales. El Señor está viviendo dentro de nosotros, esperando que nos abramos a Él y hablemos con Él.
A medida que avanzamos en nuestra vida cristiana, podemos tener cientos de miles de conversaciones con el Señor Jesús sobre cualquier cosa y todas las cosas. Puede que Él no responda a nuestras peticiones de inmediato o de la manera que esperamos, pero Él se preocupa por cada detalle de nuestras vidas. Él siempre está listo para escuchar lo que esté en nuestro corazón, y podemos disfrutar de una dulce comunión con Él mientras hablamos con Él.
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