Imagine que no ha comido durante un tiempo; tiene hambre y está débil por la falta de comida. De repente, le llega un aroma delicioso. Le hace agua la boca, pero simplemente oler el aroma de la comida no le satisface. Todavía está tan hambriento como antes.
Simplemente leer algo en la Biblia y ser temporalmente inspirado es como oler un aroma delicioso. No es que no recibamos nada en absoluto, pero la inspiración se desvanece rápidamente. Nada sólido en realidad “se pega a nuestras costillas” o nos satisface interiormente. Para eso, necesitamos comer la Palabra de Dios.
“Comer” la Palabra de Dios nos puede sonar extraño. Pero como vimos en una entrada anterior, Dios nos dio Su Palabra para que fuera comida para nosotros. Es al comer la Palabra de Dios que podemos ser nutridos espiritualmente y fortalecidos en nuestra vida cristiana.
Pero para comer la Palabra de Dios debemos ir más profundo que simplemente leerla. Así que en esta entrada, hablaremos de cómo comer la Palabra de Dios.