El amor de Dios para con nosotros es insondable
La Biblia revela que las profundidades del amor de Dios son insondables. Simplemente no tenemos la capacidad de comprender todos los detalles del gran amor de Dios para con nosotros.
Pero en esta entrada, leeremos sólo algunos versículos y notas en el Nuevo Testamento Versión Recobro para aumentar nuestro aprecio del amor de Dios para con nosotros.
Efesios 2:1-3: Dios nos amó cuando estábamos en un estado lamentable
Para apreciar mejor las profundidades del amor de Dios, primero consideremos el estado en el que estábamos antes de ser salvos.
A través de la caída de Adán y Eva en el huerto del Edén, toda la humanidad fue completamente contaminada con el pecado y llegó a ser maligna. Debido a que Dios es santo y justo, la humanidad tuvo que ser juzgada y removida de Su presencia.
En Efesios 2:1-3, el apóstol Pablo nos da una descripción detallada de nuestra condición caída y pecaminosa:
“Y vosotros estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la autoridad del aire, del espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros nos conducíamos en otro tiempo en las concupiscencias de nuestra carne, haciendo los deseos de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”.
Estábamos muertos en nuestros pecados, andando y viviendo de una manera que era absolutamente contraria a Dios. Como hijos de ira, estábamos verdaderamente perdidos y no merecíamos nada más que el juicio de Dios.
Aun así, el corazón de Dios estaba lleno de amor por nosotros. Él no se rindió; no nos dejó en nuestro estado caído, separados de Él por toda la eternidad.
Pablo continúa en los versículos 4-6:
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por Su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvos), y juntamente con Él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales en Cristo Jesús”.
Aunque éramos completamente miserables, Dios todavía nos amó con un gran amor. Y Él también es rico en misericordia.
La nota 2 en el versículo 4 de la Versión Recobro explica nuestra necesidad de la misericordia de Dios:
“El objeto del amor debe estar en una condición que inspire amor, pero el objeto de la misericordia siempre se encuentra en una situación lastimosa. Así que, la misericordia de Dios va más allá que Su amor. Dios nos ama porque somos el objeto de Su elección. Pero debido a que caímos, llegamos a ser despreciables, incluso a estar muertos en nuestros delitos y pecados; por lo tanto, necesitábamos de la misericordia de Dios. Debido a Su gran amor, Dios es rico en misericordia para salvarnos de nuestra posición miserable y traernos a una condición que sea propicia para Su amor”.
Éramos malvados y despreciables, incluso estábamos muertos en nuestros pecados y delitos. Pero debido a Su gran amor por nosotros, la misericordia de Dios nos alcanzó en nuestra situación despreciable para darnos vida, resucitarnos y hacernos sentar en los lugares celestiales en Cristo.
Juan 3:16: De tal manera amó Dios al mundo
Hemos visto que Dios nos amó incluso cuando estábamos en un estado lamentable. Ahora veamos más acerca de lo que Dios hizo por causa de Su gran amor para con nosotros.
Juan 3:16 nos dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna”.
Esto es tremendo. Dios amó al mundo al darnos a Su Hijo amado.
Leamos la primera parte de la nota 1 sobre este versículo en la Versión Recobro para ver lo que esto significa:
“Aquí el mundo se refiere a la gente caída y pecaminosa, que constituye el mundo. No sólo tienen pecado sino también el elemento venenoso del diablo, la serpiente antigua; por lo tanto, han llegado a ser serpientes. Necesitan que Cristo muera por ellos en la forma de una serpiente y que sea juzgado por Dios como substituto de ellos (v. 14); de no ser así, perecerán (v. 16). Aunque los hombres han caído por completo, Dios los sigue amando con Su amor divino, que es Él mismo (1 Jn. 4:8, 16), porque ellos son vasos que Él creó conforme a Su propia imagen para que le contuvieran a Él (Gn. 1:26; Ro. 9:21a, 23)”.
¡Dios nos ama tanto! Él nos creó como vasos para contenerlo. Él todavía nos atesoraba incluso después de que la caída del hombre nos volviera completamente sucios y contaminados. Éramos incapaces de contener al Dios justo y santo y estábamos bajo el juicio de Dios para perecer eternamente. Pero Dios abrió un camino de salvación.
Dios envió a Su Hijo, Jesús, para morir como nuestro Sustituto en la cruz y ser juzgado por todos nuestros pecados para salvarnos de perecer para siempre. Sin embargo, por increíble que sea, no es todo. La siguiente parte de la nota 1 dice:
“Además, Él los ama tanto, que dio a Su Hijo unigénito, Su expresión, para que obtengan la vida eterna y lleguen a ser Sus muchos hijos y sean Su expresión corporativa a fin de que se cumpla Su economía neotestamentaria eterna”.
Dios dio a Su Hijo para que todos los que creen en Él no sólo no perecieran, sino que también tuvieran Su vida eterna y llegasen a ser Sus hijos.
Cuando escuchamos el evangelio, nos arrepentimos y aceptamos a Jesús como nuestro Salvador. Fuimos perdonados de nuestros pecados debido a la sangre que Jesús derramó por nosotros, y fuimos salvos del juicio de perecer eternamente. Al mismo tiempo, como vasos limpios y redimidos, también recibimos la vida eterna y llegamos a ser hijos de Dios.
¡Nosotros, que éramos pecadores caídos, ahora poseemos la vida eterna de Dios por fe en Cristo! Lo que Dios en Su amor hizo por nosotros sobrepasa nuestra capacidad de comprensión. Dios hizo todo esto para poder cumplir Su plan de unirse a nosotros y compartir Su vida eterna con nosotros.
Gálatas 2:20: El Hijo de Dios me amó
Jesucristo murió por nosotros porque Él nos amó. El apóstol Pablo fue alguien que conoció y experimentó Su amor de una manera personal y profunda.
Antes de que Pablo fuera salvo, era conocido como Saulo. Era un fariseo celoso que perseguía a los creyentes en Jesús.
Hablando de su vida pasada, Pablo dijo en Gálatas 1:13:
“Porque habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba”.
Pablo aparece en el Nuevo Testamento por primera vez en Hechos 7 como Saulo. En ese momento, Saulo se oponía fuertemente, incluso vigorosamente, a la iglesia de Dios. A medida que el evangelio era propagado y más personas eran salvas, Hechos 9:1 nos dice que Saulo estaba “respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor”.
Pero luego, en Hechos 9:3-30, el Señor Jesús se apareció a Saulo y lo llamó a Sí mismo. El gran amor y la salvación del Señor alcanzaron incluso a una persona como Saulo.
Después de ser salvo, se le conoció como Pablo y comenzó a viajar para llevar el evangelio del amor de Dios y de la salvación de Jesucristo a la gente. Uno de los muchos lugares que visitó fue la región de Galacia y luego les escribió a los creyentes en esa área.
En Gálatas 2:20 Pablo declaró:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí”.
Pablo seguramente sabía y predicaba cómo Dios amaba a todo mundo. Pero aquí no pudo evitar testificar personalmente del amor particular de Cristo por él: “el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí”.
Estas palabras fueron el testimonio de Pablo. Y cada uno de nosotros también puede declarar: “¡Cristo me amó y se entregó a Sí mismo por mí!”.
Ahora leamos la nota 8 en este versículo para ver más acerca de por qué Cristo se entregó a Sí mismo por nosotros:
“El Hijo de Dios nos amó e intencionalmente se entregó a Sí mismo por nosotros a fin de impartirnos la vida divina”.
El Señor reveló que Él se entregó a Sí mismo por Pablo no sólo para redimirlo, sino para que pudiera vivir en Él para ser la vida de Pablo. Así es como Pablo pudo decir que ya no era él quien vivía, sino Cristo.
Como vimos en Juan 3:16, Dios nos amó y envió a Su Hijo para salvarnos mediante Su muerte redentora y también para impartir vida eterna en nosotros. Aquí vemos que el hecho de que Cristo se entregó por nosotros y nos imparte Su vida es también debido a Su amor.
Gálatas 3:13-14: Cristo nos redimió al ser hecho maldición para nosotros
En el siguiente capítulo de Gálatas vemos más detalles acerca del hecho de que Cristo se entregó por nosotros.
Leamos Gálatas 3:13-14:
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: ‘Maldito todo el que es colgado en un madero’), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”.
Nos es imposible imaginar, pero el Cristo sin pecado fue hecho maldición por nosotros en la cruz. ¡Qué asombroso es Su amor por nosotros! Él fue hecho maldición para que pudiéramos tener la bendición, que es la promesa del Espíritu.
En el versículo 14, la nota 2 sobre recibiésemos explica lo que es esta bendición:
“En el evangelio no sólo hemos recibido la bendición de ser perdonados, lavados y limpiados; aún más, hemos recibido la mayor bendición, la cual es el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— como Espíritu procesado, todo-inclusivo y vivificante que mora en nosotros de una manera muy subjetiva para nuestro disfrute. ¡Oh, qué bendición poder disfrutar como nuestra porción diaria a Aquel que es todo-inclusivo!”.
Cristo nos amó tanto. Él fue hecho maldición para que nosotros los pecadores caídos pudiéramos recibir la bendición más maravillosa: el Dios Triuno en Su totalidad como Espíritu vivificante que mora en nosotros para ser nuestro disfrute. ¡Qué asombroso es esto!
Nuestra respuesta al ver el amor de Dios para con nosotros
Cuando dedicamos tiempo para considerar este tipo de detalles sobre el amor de Dios y lo que Él hizo por nosotros en Jesucristo, nos llenamos de asombro. Sólo podemos agradecerle y amarle en reciprocidad. ¡Cuán profundo es el amor de Dios para con nosotros!
Hablar de todas las facetas del amor de Dios para con nosotros está más allá del alcance de una sencilla entrada de blog. Sólo hemos raspado la superficie. Pero esperamos que los versículos en esta entrada aumenten su aprecio del amor eterno de Dios. Le animamos a leer los versículos con todas sus notas en el Nuevo Testamento Versión Recobro. Si vive en España, puede pedir una copia gratuita aquí.