¡Soy salvo! ¿Qué sucede ahora?

 
Usted no es la única persona que alguna vez se ha hecho esta pregunta. Muchos de nosotros no sabíamos qué sucedía después de recibir al Señor Jesucristo como nuestro Salvador.

Ciertamente apreciamos los pasos tremendos que Dios tomó para redimirnos e impartir Su vida eterna en nosotros a fin de que pudiéramos nacer de nuevo. Pero creer en Jesucristo es sólo el principio de nuestra vida cristiana. ¡Hay mucho más por venir! Veamos algunas de las cosas que deberían suceder después que creemos en el Señor.


Ser bautizado

Creer en Jesucristo es el aspecto interior de nuestra salvación, y ser bautizado es la afirmación exterior de nuestra salvación. Así que, después que creemos, el próximo paso es el bautismo. Estos dos van de la mano.

Marcos 16:16 dice: “El que crea y sea bautizado será salvo”. La segunda parte de la nota 1 en cuanto a crea en el Nuevo Testamento Versión Recobro nos ayuda a ver por qué tanto creer como ser bautizado son necesarios:

“Creer y ser bautizado así son dos partes de un paso completo que se da para recibir la plena salvación de Dios. Ser bautizado sin creer es simplemente un rito vacío; creer sin bautizarse es sólo ser salvo interiormente sin dar una afirmación exterior de la salvación interior. Estos dos deben ir a la par. Además, el bautismo en agua debe ir acompañado del bautismo en el Espíritu, tal como los hijos de Israel fueron bautizados en el mar (el agua) y en la nube (el Espíritu), 1 Co. 10:2; 12:13”.

¡Al creer y ser bautizados recibimos la salvación completa que Dios efectúa!


Consagrarse al Señor

Otro paso que necesitamos tomar después de ser salvos es consagrarnos al Señor Jesús. Consagrarse al Señor significa entregarse a Él. En Romanos 12:1 Pablo dice:

“Así que, hermanos, os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional”.

Al consagrarnos al Señor, llegamos a ser un sacrificio vivo, poniéndonos completamente en las manos de Dios. Anteriormente, nuestras vidas eran para nosotros mismos; ahora son para Él.

Consagrarnos a Dios nos ayuda a andar en Su camino, crecer en Su vida y disfrutar de Su salvación. También le permite a Dios obrar en nosotros.


Ser transformados: un proceso que dura toda la vida

Después de creer y ser bautizados, comenzamos a pasar por un proceso que dura toda la vida: Cristo, desde nuestro espíritu regenerado, se extiende hasta alcanzar todo nuestro ser, llenándonos consigo mismo. La Biblia llama a este proceso transformación.

Efesios 3:17 dice: “para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe”. Cuando creímos en Él, Cristo vino a vivir en nuestro espíritu. Pero en este versículo vemos un paso adicional: Cristo desea extenderse desde nuestro espíritu hasta nuestro corazón para hacer Su hogar allí. Él quiere “establecerse” en nuestro corazón, no como un invitado sino como su residente.

A medida que Cristo hace Su hogar en nuestro corazón, experimentamos un cambio —es decir, somos transformados— en nuestras partes internas: nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Por supuesto, esto no sucede de la noche a la mañana, sino gradualmente con el paso del tiempo.

En Romanos 12:2 el apóstol Pablo nos exhorta a ser transformados. La nota 3 de este versículo en el Nuevo Testamento Versión Recobro nos ayuda a ver qué es la transformación y cómo se lleva a cabo:

“La transformación es el proceso interior y metabólico según el cual Dios obra para extender Su vida y naturaleza divina a todas las partes de nuestro ser, particularmente a nuestra alma, introduciendo en nuestro ser a Cristo y Sus riquezas como nuestro elemento nuevo y haciendo que sea desechado gradualmente nuestro elemento viejo y natural. Como resultado, seremos transformados en Su imagen (2 Co. 3:18), es decir, conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios como Sus muchos hermanos (8:29). Así seremos aptos para la edificación de Su Cuerpo”.

Un cuadro excelente de la transformación es un pedazo de madera petrificada, la cual es el resultado de un proceso que dura millones de años. Comienza cuando una rama es sepultada bajo tierra expuesta al agua constantemente. A medida que el agua fluye alrededor y a través de la rama, los minerales en el agua gradualmente reemplazan el material de la madera. Con el paso del tiempo, la madera es transformada hasta ser un objeto que tiene el color, la textura y el peso de una piedra.

A medida que permitimos que la vida de Dios como agua viva nos sature y se extienda en nosotros, nosotros también somos transformados. ¡Pero esta increíble transformación se lleva a cabo en nuestra alma con todos los elementos de la persona de Cristo!


Cooperar con Dios para ser transformado

Puesto que Dios nunca nos obliga, sino que nos permite ejercitar nuestro libre albedrío, somos transformados sólo cuando cooperamos. Así que, ¿cómo podemos cooperar con Dios para ser transformados? He aquí algunas maneras:

  • Orar: al hablar con el Señor en oración, abrimos nuestro corazón a Él. Esto nos ayuda a mantener nuestro corazón en una buena condición para con Él.
  • Pasar tiempo con el Señor cada día: apartar diariamente un tiempo dedicado al Señor Jesús es crucial para mantener una relación saludable con Él. Podemos pasar ese tiempo hablándole, cantándole y leyendo Su Palabra con oración.
  • Invocar el nombre del Señor: ya sea en voz alta o baja, podemos invocar al Señor Jesús para contactarlo y disfrutarlo durante todo el día.
  • Leer la Biblia: un hábito saludable de leer la Biblia diariamente es una de las mejores maneras de recibir los elementos transformadores de Cristo. De esta manera somos nutridos con el alimento espiritual. En 1 Pedro 2:2 dice: “Desead, como niños recién nacidos, la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella crezcáis para salvación”. Así como un bebé necesita leche para crecer, nosotros necesitamos la Palabra de Dios como nuestro alimento espiritual para poder crecer para salvación.
  • Obedecer el sentir en nuestro espíritu, el cual proviene del Señor: ahora que el Señor mora en nosotros, tenemos un sentir que proviene de Él con relación a muchos asuntos en nuestra vida diaria. Por ejemplo, tal vez queramos comprar un artículo en particular, pero tengamos un sentir incómodo de parte del Señor en nuestro espíritu acerca de ello. Esa es una oportunidad para obedecerle. Obedecerle al no comprar el artículo le permite al Señor extenderse un poco más en nuestra alma.


Reunirse con otros cristianos

La intención de Dios no consiste en que los cristianos permanezcan solos. Después que somos salvos necesitamos encontrar a otros creyentes en Cristo para reunirnos, tener comunión y crecer junto con ellos. Incluso podemos orar: “Señor, guíame a encontrar a otros que te aman y van en pos de Ti”. Reunirnos con creyentes en Cristo para tener comunión fortalece nuestra fe y nos anima a experimentar más de Cristo.

Además, cuando nos reunimos con otros creyentes para tener comunión y alabar al Señor, Dios puede ser expresado por medio de un grupo de personas, cumpliendo así Su plan.

¡Tantas cosas nos esperan después de que creemos en Cristo! Ahora nos encontramos en un viaje que continuará a lo largo de toda nuestra vida, en el cual disfrutamos la presencia de Cristo y experimentamos Su salvación rica y plena.
 
 


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