¿Cómo podemos ser fortalecidos en nuestra fe?


Nuestra vida cristiana es una vida de fe, y la Biblia nos dice que como creyentes andamos por fe, no por vista. Pero en nuestra experiencia, especialmente cuando nos enfrentamos con circunstancias difíciles, a menudo nos desanimamos y nos resulta difícil poner nuestra confianza en Dios. Intentamos creer, pero en ocasiones sentimos que simplemente no tenemos suficiente fe.

Hebreos 11:1 nos dice que la fe da sustantividad a lo que esperamos y nos convence de las cosas que no podemos ver. Por supuesto todos queremos experimentar esto en nuestro caminar cristiano diario, pero ¿cómo podemos tener esta fe? ¿Cómo podemos ser fortalecidos en nuestra fe, sobre todo ante las dificultades?

Para responder a estas preguntas, echemos un vistazo a unos versículos claves sobre la fe.


Tenemos un espíritu de fe

En 2 Corintios 4:13 dice:

“Y teniendo el mismo espíritu de fe conforme a lo que está escrito: ‘Creí, por lo cual hablé’, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos”.

La nota 2 en este versículo del Nuevo Testamento Versión Recobro explica lo que este espíritu de fe significa:

“El espíritu de fe es el Espíritu Santo mezclado con nuestro espíritu humano. Nosotros debemos ejercitar tal espíritu para creer y hablar, como lo hizo el salmista, lo que hemos experimentado del Señor, especialmente Su muerte y resurrección. La fe se halla en nuestro espíritu, el cual está mezclado con el Espíritu Santo, y no en nuestra mente. Las dudas están en nuestra mente. Aquí la palabra espíritu indica que fue por medio del espíritu mezclado que los apóstoles vivieron una vida crucificada en resurrección para cumplir su ministerio.”

La fe se encuentra en nuestro espíritu humano. Cuando creímos en Cristo, fuimos regenerados; nuestro espíritu fue avivado y llegó a ser un espíritu de fe. Ahora, cuando nuestras situaciones nos hagan experimentar dudas en nuestra mente, podemos y debemos ejercitar nuestro espíritu de fe para contactar al Señor, quien está en nuestro espíritu. Como resultado, encontraremos fe en nuestro espíritu.

Día a día, necesitamos ejercitar nuestro espíritu de fe, pero ¿cómo lo hacemos?


Ejercitar nuestro espíritu de fe

El mismo versículo también dice: “Creí, por lo cual hablé”. Una de las mejores maneras de ejercitar nuestro espíritu de fe es hablar. Pero ¿qué debemos decir y a quién deberíamos hablar?

Primero, podemos hablar la Palabra de Dios a nosotros mismos y al Señor. Cuanto más hablemos Su palabra, más fe tendremos.

Por ejemplo, digamos que leemos Mateo 28:20: “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del siglo”. Podemos declarar los hechos en este versículo, diciendo: “¡Gracias Señor, Tú estás conmigo todos los días! ¡Tu Palabra así lo dice! Yo creo en Tu Palabra”. A medida que hablamos la Palabra viva y verdadera de Dios, nuestro espíritu de fe es fortalecido.

Segundo, también podemos hablar con otros, contándoles de Cristo o compartiendo algo que hayamos disfrutado de Su Palabra. Cuando predicamos el evangelio a otros, no sólo ellos se benefician, sino también nosotros. De hecho, mientras hablamos, nuestra propia fe es fortalecida.

La fe primeramente llegó a nosotros cuando oímos la palabra de Cristo. Después de nuestra salvación inicial nuestra fe continúa siendo fortalecida a medida que leemos y hablamos la Palabra de Dios.


Puestos los ojos en Jesús

En Hebreos 12:2 encontramos otra manera de ser fortalecidos en nuestra fe:

Puestos los ojos en Jesús, el Autor y Perfeccionador de nuestra fe”.

¿De qué apartamos la mirada? Necesitamos apartar la mirada de todas las cosas en nuestra vida que nos distraen del Señor, incluso los problemas y las ansiedades. En cambio, debemos poner los ojos en Jesús, el Autor y Perfeccionador de nuestra fe.

Pero ¿cómo hacemos esto? La nota 2 en “puestos los ojos” en el Nuevo Testamento Versión Recobro dice:

“El Jesús maravilloso, quien está entronizado en los cielos y coronado con gloria y honor (2:9), es la mayor atracción que existe en el universo. Él es como un enorme imán, que atrae a todos los que le buscan. Al ser atraídos por Su belleza encantadora, dejamos de mirar todo lo que no sea Él. Si no tuviéramos un objeto tan atractivo, ¿cómo podríamos dejar de mirar tantas cosas que nos distraen en esta tierra?”

Cuando apartamos nuestra mirada de todo y la ponemos en Jesús, Él nos llena de fe. La nota 3 en este versículo nos dice cómo esto ocurre:

“Cuando ponemos los ojos en Jesús, Él como Espíritu vivificante (1 Co.15:45) se infunde en nosotros, nos infunde Su elemento que hace creer. Luego, espontáneamente, cierta clase de fe surge en nuestro ser, y así tenemos la fe para creer en Él. Esta fe no proviene de nosotros, sino de Aquel que se imparte en nosotros como el elemento que cree, a fin de que Él crea por nosotros. Por consiguiente, Él mismo es nuestra fe. Vivimos por Él como nuestra fe; es decir, vivimos por Su fe (Gá. 2:20), y no por la nuestra”.

Algunas maneras prácticas en que podemos poner los ojos en Jesús son orar, leer la Palabra de Dios y cantar. Por ejemplo, el coro de un himno clásico en inglés dice lo siguiente (lo hemos traducido literalmente):

Vuelve tus ojos a Jesús,
Mira plenamente en Su maravilloso rostro,
Y las cosas de la tierra se oscurecerán extrañamente,
En la luz de Su gloria y gracia.

(Puede leer la letra en inglés y escuchar la melodía aquí).

Cuando ejercitamos nuestro espíritu para poner los ojos en Jesús, todos nuestros problemas y ansiedades se desvanecen y somos fortalecidos en nuestra fe para vivir la vida cristiana.


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