Cómo experimentar al Cristo que vive en usted

 

En una entrada anterior vimos que cuando el apóstol Pablo dijo: “Jesucristo está en vosotros”, él no hablaba metafóricamente. Él hablaba del hecho maravilloso que Cristo, quien es el Espíritu vivificante, entra en aquéllos que creen en Él. También estudiamos ocho versículos que confirman y enriquecen nuestro entendimiento de esta realidad maravillosa.

Por supuesto, que sepamos que Cristo está en nosotros no es para tener un entendimiento meramente doctrinal. Cristo vive en nosotros para ser nuestra vida. Por tanto, en esta entrada explicaremos cómo podemos experimentar que Cristo viva en nosotros de forma práctica.


¿De qué manera se manifiesta esto?

Supongamos que uno de nuestros problemas es perder nuestra paciencia. Sabemos que este es nuestro punto débil y luchamos una y otra vez para contener nuestro temperamento. Sin embargo, cuando algo nos irrita, nos enfadamos y perdemos nuestra paciencia para luego, después de un rato, calmarnos. Debido a que nos sentimos avergonzados y culpables, confesamos al Señor y le pedimos que nos perdone. Experimentamos Su perdón y nuestra comunión con Él es restaurada.

Es probable que después de esto hagamos este tipo de oración: “Señor, por favor ayúdame a no perder mi paciencia otra vez. Te pido que por favor me des más paciencia”. No obstante, al siguiente día o quizás en la próxima hora, nos encontramos en otra situación en la cual reaccionamos impacientemente y nuestro temperamento estalla de nuevo. Después de haber orado fervientemente para tener paciencia, nuestro temperamento permanece igual y no tenemos más paciencia de la que teníamos antes.

Nos hallamos en situaciones que nos frustran y nos preguntamos por qué el Señor no contesta nuestras oraciones. ¿Qué es lo que sucede? El problema es este: el Señor no desea ayudarnos a controlar nuestro temperamento de forma externa. Él no desea darnos paciencia.

Entonces, ¿qué es lo que Él desea? El Señor Jesús desea ser nuestra paciencia.

Que Cristo viniera a vivir en nosotros no fue un asunto sencillo de llevar a cabo. Para que esto sucediera, Él tomó unos pasos tremendos. Por consiguiente, no tiene sentido que Dios quiera que meramente vivamos una buena vida cristiana por nosotros mismos y que de vez en cuando le pidamos ayuda cuando la necesitemos.

Cristo desea que sepamos que desde el momento en que creímos en Él, Él vino a vivir en nosotros para ser nuestra vida y para que le vivamos. Como el Espíritu, Él ahora vive en nuestro espíritu. Primera de Corintios 6:17 nos dice que estamos unidos al Señor y que somos un solo espíritu con Él. Ya que este es el caso, la vida cristiana no es para que la vivamos por nosotros mismos, por nuestra propia fuerza, recibiendo paciencia y autocontrol de parte del Señor como si fueran objetos que nos dan. En lugar de eso, la vida cristiana, es una vida en la cual Cristo es quien vive y hace todo en nosotros, con nosotros y a través de nosotros. Él desea que le tomemos como nuestra vida, como nuestra fuente, en todas nuestras circunstancias.


¿De qué manera podemos experimentar a Cristo viviendo en nosotros?

Si verdaderamente nos damos cuenta de que Cristo vive en nuestro ser, nos daremos cuenta de que Él nunca está lejos; Él está justo en nuestro espíritu, siempre presente con nosotros en cualquier situación y listo para que le apliquemos en cualquier momento. Él desea vivir en nosotros cada instante. De modo que, ¿de qué manera podemos experimentar esto?

Regresemos al ejemplo de nuestro temperamento. Algo nos irrita y volvemos a perder nuestra paciencia. Cuando esto sucede, normalmente intentamos suprimir nuestro temperamento sin poder lograrlo. No obstante, si en vez de suprimirlo en ese momento cuando esto suceda, dejamos de luchar con nuestro propio ser y nos volvemos a Cristo en nuestro espíritu, Él será para nosotros exactamente lo que necesitamos. Cuando nos volvemos a Él, experimentamos a Cristo en nuestro espíritu como Aquel que persevera y Aquel que es paciente. Así que, en vez de vivir por nuestra vida natural caída o atenernos a la idea de recibir una dosis de paciencia que nunca vendrá, experimentamos a Aquel que es la paciencia morando en nuestro espíritu y quien es expresado a través de nosotros como nuestra verdadera paciencia.


¿De qué manera nos podemos volver a Cristo en nuestro espíritu?

Una de las mejores maneras de volvernos de forma inmediata al Señor Jesús en nuestro espíritu es por medio de invocar Su nombre. Conforme invocamos el nombre del Señor Jesús, lo contactamos como el Espíritu que mora en nuestro espíritu. Dependiendo de las circunstancias en las que nos encontremos, podemos invocar: “Oh Señor, Señor Jesús” en silencio, o si estamos solos, en voz alta. En medio de nuestro enfado, Él calma nuestro ser y llega a ser nuestra paciencia viviente.

Romanos 10:12 dice que el Señor es “rico para con todos los que le invocan”. ¿De qué manera es Él rico? Él es rico para nosotros en la paciencia, la tranquilidad, la longanimidad, la perseverancia y en cualquier otra cosa que necesitemos para enfrentar cualquier circunstancia. Él es todo lo que necesitamos.

Al volvernos a Cristo por medio de invocarle y contactarle en nuestro espíritu, disfrutamos todo lo que Él es para nosotros. Romanos 10:13 nos dice:

“Porque ‘todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo’”.

“Será salvo” se refiere no solamente a nuestra salvación inicial; también se refiere a nuestra salvación diaria después de creer. Todos tenemos que admitir que todavía es necesario ser salvos diariamente de muchas cosas negativas, tales como nuestro temperamento.

La nota 2 referente a este versículo en el Nuevo Testamento Versión Recobro dice:

“Aquí ser salvos significa ser conducidos a disfrutar de las riquezas del Señor. El Señor es rico para con los judíos y también para con los griegos. Todos los que invocan el nombre del Señor disfrutan del rico Señor; como resultado, son llenos de Él y le expresan”.

De modo que, por el lado negativo, somos salvos de nuestro temperamento, pero por el lado positivo, ¡disfrutamos más de las riquezas de Cristo y Cristo es expresado a través de nosotros!

En lugar de pedir y esperar recibir algo como la paciencia, experimentamos una Persona maravillosa, el Cristo viviente en nuestro ser como la verdadera solución a nuestro problema. Al invocar Su nombre, le tomamos como la dosis todo-inclusiva que llena todas nuestras necesidades y cura todas nuestras “enfermedades”. Él es nuestra paz, humildad, amor, esperanza, bondad, gozo ¡y otras muchas riquezas! Es un disfrute poder unirnos a Aquel que es paciente y está lleno de virtudes y experimentarle como nuestra vida y todo.


Día tras día debemos conocer más a Cristo, quien es nuestra vida

Podemos disfrutar al Señor que mora en nuestro ser al comienzo de nuestro día por medio de pasar tiempo con Él al contactarlo en nuestro espíritu, confesarle nuestros pecados, abrirnos a Él, darle gracias, tener comunión con Él, alabarle y orar las palabras que hay en la Palabra al Señor. Entre más hacemos esto, y entre más consistentes somos, no solamente sabremos más que Cristo vive en nosotros, sino que también lo disfrutaremos en nuestro espíritu.

Luego, durante el transcurso del día, podemos seguir invocando el nombre del Señor a fin de experimentarlo en todas las situaciones de nuestra vida diaria, volviéndonos a Él en nuestro espíritu para ser uno con Él. Al invocarlo en cada situación, somos salvos y disfrutamos las riquezas de todo lo que Él es. En lugar de expresar la forma en cómo reaccionamos a las cosas, comenzaremos a expresar de forma automática y espontánea a Cristo, quien es nuestra vida. ¡Alabado sea el Señor, Cristo vive en nosotros!


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