Cómo hacer frente a los afanes como creyentes
En Filipenses 4:6 se nos exige algo aparentemente imposible de llevar a cabo:
“Por nada estéis afanosos”.
Cada uno de nosotros cuenta con una lista enorme de circunstancias que conducen a estar afanosos: problemas en las relaciones, dificultades financieras, niños traviesos, presión en el trabajo o por no tener trabajo y así sucesivamente. Y, además, aparte de nuestra vida personal, pareciera que el mundo fabrica una serie de eventos a gran escala que producen más afán: incertidumbre económica, guerra, estallidos sociales, los cuales nos llegan en una cinta transportadora de cobertura informativa las veinticuatro horas del día. ¿Acaso el mandato de Dios es obsoleto o irrazonable, debido a tantas dificultades?
La Palabra de Dios es inmutable
La Palabra de Dios es inmutable, y la verdad que hay en ella permanece intacta sin importar las circunstancias y los tiempos cambiantes. De modo que, como creyentes, debemos tomar este mandato seriamente. Sin embargo, ¿de qué manera podemos obedecer dicho mandato? ¿Cómo es posible que no nos afanemos por nada?
Es preciso ver lo que se dice antes de este mandato y lo que sigue después de este mandato. Uno de los principios al estudiar la Biblia es que nunca debemos aislar un versículo e interpretarlo por sí solo. El contexto es importante; lo que precede a “por nada estéis afanosos” es Filipenses 4:5, una de las garantías más reconfortantes que existe en toda la Biblia:
“El Señor está cerca”.
Este hecho ciertamente se aplica a la venida del Señor, sin embargo, también se aplica a Su presencia en nosotros hoy. Ahora mismo, Él está cerca de nosotros. De hecho, Él está más cerca de lo que imaginamos. Él está en nosotros, en nuestro espíritu humano.
Por nuestro propio poder es imposible no estar afanosos por nada. Dios está consciente de esto y no espera que cumplamos este mandato nosotros solos. “El Señor está cerca” comprueba que junto con el mandato del Señor viene el suministro para satisfacer lo que se nos exige.
No obstante, tendemos a poner nuestro enfoque en aquello que se nos exige en vez de en aquello que se nos suministra. Cuando leemos “por nada estéis afanosos”, nos afanamos al intentar no afanarnos. En vez de eso, debemos poner nuestro enfoque en el suministro proporcionado por el Señor para satisfacer aquello que se nos exige, lo cual es Su propia presencia. Al intentarlo por nosotros mismos, vemos que cumplir este mandato es algo irrazonable, pero cuando nos damos cuenta de que la presencia del Señor está en nosotros, es nuestro afán el que nos resulta irrazonable, debido a que Él está cerca y listo para socorrernos. Si nos damos cuenta de cuán cerca está el Señor, también nos daremos cuenta que no hay necesidad de estar preocupados.
Tener comunión con Dios
Es por esto que, antes del mandato, tenemos la palabra que nos dice que el Señor está cerca y listo para socorrernos. Pero ¿qué sucede con nuestra lista de cargas que nos hacen estar afanosos? ¿De qué manera le trasladamos estas preocupaciones a Él? Es preciso que veamos que lo que sigue después del mandato en Filipenses 4:6 es la manera de llevar a cabo el mandato:
“Por nada estéis afanosos, sino en toda ocasión sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios, por medio de oración y súplica, con acción de gracias”.
Este versículo nos dice que en toda ocasión, en todo asunto, toda circunstancia, toda situación, podemos orar y suplicar con acción de gracias y dar a conocer nuestras peticiones delante de Dios.
Las notas de la Versión Recobro nos proveen una gran ayuda cuando aplicamos este versículo:
La nota sobre la palabra oración dice: “La oración es general y su esencia es la adoración y la comunión; la petición es especial, y se hace por necesidades específicas”.
La nota de la frase con acción de gracias dice que “tanto nuestra oración como nuestra petición deben ir acompañadas de nuestras acciones de gracias al Señor”.
El Señor está cerca, y por medio de la oración y la petición con acción de gracias, sencillamente podemos decirle por lo que estamos atravesando. Podemos hacerle saber nuestras necesidades y peticiones específicas y así ser guardados de nuestras preocupaciones. Debido a que el Señor está cerca, no hay necesidad de llevar nuestras cargas solos.
El maestro y autor Watchman Nee una vez uso un ejemplo de tres obreros de la construcción que subían ladrillos por unas escaleras. Uno de los hombres pasaba los ladrillos del primer nivel al segundo, y el segundo hombre los pasaba del nivel donde estaba al siguiente. Todo funciona sin contratiempos siempre que los ladrillos sigan pasándose. Sin embargo, si el segundo hombre dejara de pasar ladrillos, sería aplastado pronto debido al aumento de peso de la carga.
A menudo nos encontramos en la posición del segundo hombre. Durante todo el día recibimos preocupaciones, problemas y cargas. Y cuando nos asimos a ellas, pronto nos abruman por el peso del afán. ¿Qué debemos hacer? Tan pronto como recibimos las preocupaciones y nos sentimos amenazados bajo su peso, debemos pasarlas a un nivel más alto. Sencillamente podemos volvernos al Señor y orar en cualquier momento del día y hacerle saber por lo que estamos pasando, entonces, Él recibirá nuestras cargas. ¡Qué provisión tan maravillosa! ¡Cuán agradecidos debemos estar!
La promesa
Podemos obedecer el mandato en el versículo 5: “por nada estéis afanosos” al cumplir las condiciones que están en el versículo 6: “En toda ocasión sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios, por medio de oración y súplica, con acción de gracias”.
El resultado de esta oración es que disfrutamos la promesa de paz presentada en el próximo versículo: Filipenses 4:7.
“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Las notas de la Versión Recobro nos ayudan a ver cómo la paz llega a ser nuestra y cómo nos guarda de los afanes:
La nota sobre la palabra paz dice: “El resultado de practicar la comunión con Dios en oración es que nosotros disfrutamos la paz de Dios. La paz de Dios es en realidad Dios como paz (v. 9) infundido en nosotros mediante nuestra comunión con Él por medio de la oración; esta paz contrarresta los problemas y es el antídoto para los afanes (Jn. 16:33)”.
La nota sobre la palabra guardará dice: “O, montar guardia. El Dios de paz patrulla continuamente nuestros corazones y pensamientos en Cristo, preservándonos en calma y tranquilidad”.
Mientras traemos nuestras preocupaciones y cargas a Dios con oración y súplica, disfrutamos tener comunión con Dios. El resultado de tal comunión con Dios es que la paz de Dios se imparte a nosotros, calmando todo afán. Incluso, Su paz patrulla sobre nosotros, montando guardia delante de nuestros corazones y pensamientos, guardándonos de cualquier cosa que pueda perturbar nuestra calma en Él.
El mandato del Señor es claro: por nada estéis afanosos. Y Su palabra y promesa también son claras: El Señor está cerca, y al dar a conocer nuestra petición por medio de oración y súplica, la paz de Dios guardará nuestros corazones en Cristo Jesús. Debemos recordar cuán cerca Dios está, podemos tener comunión con Él al orar y entregarle todas nuestras preocupaciones. Cuando hacemos esto, cumplimos con Su mandato espontáneamente al disfrutar de la paz que nos prometió, la cual es infundida en nuestro ser por medio de nuestra oración.